Cuenta el
polaco Kapuściński que cuando se enfrentaban dos tribus del África la que
resultaba vencedora capturaba a los vencidos para venderlos como esclavos a las
colonias.
Para evitar dicha transacción comercial los
capturados se afeaban. Lograban esa condición de feos tatuándose la cara. Los
compradores, horrorizados, rechazaban a los tatuados. Porque tener un negro como esclavo puede
llegar a ser soportable y hasta gratificante; pero esas caras manchadas! qué desagradable...
La fealdad era un pasaporte a la libertad.
Agrega Kapuściński que en algunos dialectos tribales
las palabras “feo” y “libre” son equivalentes, sinónimos. Decir “yo soy feo” o “yo
soy libre” significaba, literalmente, lo
mismo.
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