Que en una plaza que queda relativamente cerca de mi
casa el municipio ha puesto aros de básquet. El lunes vuelvo a jugar.
Que cuando
viajo en colectivo suelo mirar para arriba. Una vez publiqué una experiencia - algo
humorística - sobre la Rivadavia que no vemos, firmada por un amigo: Jean
Franzua Embalau.
Me detengo,
en esos viajes, mientras el chofer lo permite, a observar los nuevos edificios
que se han construido y se construyen en la ciudad. Son todos horribles,
cuadrados, parecen cárceles. Afean la ciudad. Antes la arquitectura era una
forma del arte, ahora ya no.
Sobre las nuevas construcciones me llama la
atención la poca separación en altura de los departamentos, como si estuvieran
los arquitectos ahorrando en materiales, disminuyendo la distancia entre los
pisos y los techos. Me imagino a sus habitantes caminando medio agachados. No
entiendo como alguien puede vivir en esos departamentos, mucho menos entiendo lo
que pagan por ellos.
A pesar de las nuevas construcciones, ahí arriba
hay cosas maravillosas. Levanten la cabeza, se van a sorprender.
Lo anterior escrito admite el simbolismo.
Que amo
tanto el lugar en el que vivo, Quilmes, que me dan ganas de entrar en todos
lados a preguntar: che, ¿acá que hacen?
Que la foto
que ilustra este posteo la encontré googleando, cuando me enteré de la muerte
de Cora Otamendi. La foto ilustra otra despedida: la que recibieron los últimos
concejales salientes. Y me gustó mucho la foto, porque sirve para retratar el agradecimiento
a su labor militante y sobre todo la reacción ante su pérdida, lamentada por todos
los espacios políticos locales. Desde aquí nuestro pequeño
homenaje.
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