Educación cívica

De chico jugaba al fútbol en un campito (le decíamos así, campito, aunque solo se tratase de un terreno baldío privado) ubicado en la esquina de Hernández y Moreno. Hernández, del lado este del distrito, es la calle que divide las localidades de Ezpeleta y Quilmes.
 No recuerdo el momento exacto en el que nos enteramos de esa división. Si recuerdo que, antes o después de los picados, nos parábamos en el medio de la calle limítrofe, un pie a cada lado de la brea divisoria, y jugábamos a estar en dos lugares distintos al mismo tiempo.
 "Ahora estoy en Ezpeleta, ahora estoy en Quilmes, ahora estoy…" 
- ¿Y si vamos para Quilmes que hay sombra? – preguntaba alguno de los pibes, pichón de humorista – ¡Dale! – respondíamos a coro, y cruzábamos la calle con impostura solemne, para sentarnos al fresco a compartir una gaseosa del pico, que nadie nunca se atrevió a limpiar, porque estaba mal visto.
 Y nos reíamos de las fronteras. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy tierno, me encanto.
Silvia