La salud mental del hincha del QAC. Un homenaje.

Todos los martes al llegar a la redacción de El Suburbano, entre saludos y chanzas,  escucho un sonido de fondo: la radio. A volumen que no molesta pero que al mismo tiempo se deja escuchar. Como en la sala de espera del dentista.
 Esta gente de El Suburbano, que de fútbol sabe tanto como Wanda Nara, mientras trabaja, inexplicablemente escucha el programa deportivo de Carlos Doallo, (hombre que si sabe mucho de fútbol, atención), que se transmite por FMSur.  
 Resulta que el programa de Doallo tiene mucha audiencia, lo cual es bueno, pero una audiencia con incontenibles ansias de participación, lo cual no es del todo bueno. Al menos no para mí en esas circunstancias laborales. Me desconcentro.
 Entonces el hincha de Quilmes llama al programa y dice sus verdades. Y yo mientras escribo estas notas los sufro escucho.
 Hay algo atractivo en las declaraciones de oyentes radiales que no termino de descifrar, pero que resulta atrapante. Supongo que está relacionado con la impunidad del decir, que rompe el esquema de los programas. El tipo/a que llama a la radio para comentar sus sensaciones merece un estudio serio, sociológico.
  Llegué a la conclusión de que deseo fervientemente que Quilmes salga campeón del mundo. No porque yo sea hincha del equipo centenario y eso viniera a provocar en mi una felicidad deportiva, sino porque, si seguimos así, el hincha del cervecé tiene futuro de paciente psiquiátrico del Borda reprimido por la Metropolitana, y ningún Quilmeño de ley puede desearle semejante destino trágico a otro Quilmeño. “Para un Quilmeño no hay nada mejor que otro Quilmeño”, decía el general Perón.
 Pero ya que estoy lo confieso: estoy arto de escuchar sus neurosis. El hincha de Quilmes me hincha.
 El hincha de Quilmes sufre, grita, baja el tono…festeja!... se deprime, esboza teorías conspiranóicas (si un lineman no cobra un offside, uno solo, automáticamente piensa que lo están perjudicando intencionalmente, que la culpa es de Grondona, la AFA, la SIDE y la CIA), odia a los árbitros o ama a los árbitros (muchas veces al mismo árbitro). Una semana insulta a Aníbal Fernández y a la siguiente lo votaría para presidente (para Presidente de la Nación) con las dos manos. Es irónico, es pesimista, pide la cabeza de De Felippe o que le renueven por 20 años, como a Ferguson. “Poné a los pibes!”, “poné a los veteranos”! Qué se vayan todos! .Todos estos cambios de ánimo de un martes a otro, de un resultado a otro. Demasiada ciclotimia.
 Esta actitud cambiante no es característica del hincha de Quilmes, sino más bien el reflejo generado por un equipo que ha alternado “altos y bajos” en la competencia, inclusive durante el transcurso de un mismo cotejo (Recordar el primer tiempo con Boca y el segundo. El primer tiempo con San Lorenzo y el segundo). La campaña del equipo de De Felippe ha sido bipolar. Y para ser justos, a todos los equipos les sucede lo mismo, con excepción de Newells Old Boys, que ha conseguido “regularidad”, esa palabra tan horrible que en el fútbol supone una virtud.
 Sucede que la posibilidad concreta del descenso del cervecero lo exacerba todo.
 Es una lástima y al mismo tiempo una injusticia que el hincha de Quilmes no pueda disfrutar de su estadía en primera división sin volverse un demente. Una injusticia porque este equipo no merece descender y de no ser por el sistema de promedios se podría disfrutar con mayor holgura de su juego y entrega, que por momentos es admirable.
Pero el fútbol es pasión y la pasión un padecimiento. Por eso se habla de “La Pasión” de Cristo.
 “Y el hincha es todo en la vida”, lo decía Discépolo en la película homónima: “¿Y para qué trabaja uno si no es para ir los domingos y romperse los pulmones a las tribunas hinchando por un ideal? ¿O es que eso no vale nada?”..."¿Que sería del fútbol sin el hincha?...El hincha es todo en la vida...”
 Por eso desde esta página le dedicamos un posteo al hincha de Quilmes. Aunque nos cansen sus comentarios radiales, los preferimos al silencio. Por una sencilla razón: esos comentarios son genuinos, de las pocas cosas genuinas que conserva el fútbol. La única cosa que el fútbol no ha logrado mercantilizar.
En tiempos en los que hasta el horario de un partido se utiliza en virtud de objetivos que no incluyen el interés del hincha, que debería ser, por otra parte, el único interés a defender en materia de programación de espectáculos deportivos, venga este pequeño homenaje al hincha.
  Aprovechamos la pared que nos tira Doallo para devolverla de primera y recomendar las columnas deportivas que el periodista escribe en este periódico. Y le pedimos perdón por entrometernos indirectamente en su materia. Amarilla Luna, la próxima a las duchas.

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